En un mundo donde los invocadores poseen el poder de invocar vampiros, elfos, ángeles, demonios y todas las criaturas humanoides de todos los reinos, Nathan se encontró incapaz de invocar seres que no fueran bestias.
Sin embargo, esas bestias no son bestias comunes. Son seres divinos que antaño estuvieron al mismo nivel, o incluso por encima, que las criaturas legendarias que el mundo conoció.
Al mirar a la izquierda, Nathan ve numerosos invocadores acompañados de reyes demonios, arcángeles, progenitores vampiros y otros seres legendarios. Al girar a la derecha, un ejército masivo de simbiontes alienígenas aguarda para atacar.
No había miedo en sus ojos, porque a su izquierda está un lobo majestuoso que logró matar a un dios, la legendaria serpiente de ocho cabezas se enrolla a su derecha, sobre él está el pájaro que brilla como el sol, y detrás de él hay un dragón que una vez royó las raíces del árbol del mundo.
“Que comience la guerra.”
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